Una escoba para Harry Potter

Después de encadenar al menos tres legislaturas con la ciudad en un estado de limpieza deplorable, a alguna mente preclara municipal se le ha ocurrido la solución definitiva para acabar con la suciedad: “Hacer magia”. Como lo oyen. Resulta que las colillas, las cacas de perro o los muebles abandonados en cualquier sitio podían desaparecer “por arte de magia”, y nosotros sin enterarnos.

Contratado por el alcalde, el ilusionista Jorge Blass nos invitaba hace unos días a convertirnos en magos en una performance en Callao, y descubría un truco infalible para mantener limpia la ciudad: depositar cada residuo en el contenedor correspondiente. Para estas cosas no le había hecho falta a Harry Potter matricularse en Hogwarts.

Estas campañas de concienciación con las que periódicamente el Ayuntamiento de Madrid nos trata como a críos algo descuidados, pero de buen corazón, tienen su miga. “Seguro que lo haces sin querer”, nos disculpaba preventivamente Carmena desde el eslogan de una de ellas, en la que aparecía un dibujo naíf de una mano arrojando al suelo una colilla.

Lo que sea por no decir que desde hace ya unos cuantos años el civismo de los madrileños deja bastante que desear, que hay mucho marrano, vaya, tolerado por las autoridades, que han optado por los mensajes indulgentes e infantiles, lo que ha desembocado en una creciente sensación de impunidad y la conformación de un ciudadano tan irresponsable como hipócrita: no es posible que todo el mundo se queje de la basura en las calles sin que muchos de ellos contribuyan a su vez a ensuciarlas.

Las multas por abandonar residuos o enseres, o por no recoger los excrementos caninos, van desde los 750 hasta los 2.001 euros, pero las sanciones son mínimas o de difícil imposición. Según datos municipales, en 2022 los barrenderos detectaron 167.000 incidencias de limpieza en la capital, fundamentalmente bolsas o muebles abandonados en la vía pública. Eso da una media de más de 450 puntos negros diarios, casi nada. Que, a la vista de cómo están las calles de nuestro entorno, ni Chamberí ni Tetuán aparezcan entre los 10 distritos con mayor número de avisos, resulta todavía más descorazonador sobre la situación de la ciudad.

Igual es porque no me gusta que me engañen que no me gusta la magia, pero me parecería más práctico tratar de que desaparezcan quienes ensucian. Eso, o quitarle la varita a David Copperfield, y darle una escoba.

Foto: Ayuntamiento de Madrid.


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