Hablemos de alimentación

El 16 de octubre es el Día Mundial de la Alimentación, que es un derecho, y la tercera necesidad humana más básica, después del aire y el agua. Sin embargo, aproximadamente 2.800 millones de personas no pueden permitirse una dieta saludable. Un mundo con seguridad alimentaria y nutritivo para todos requiere inversiones masivas, innovación, ciencia, tecnología, y una amplia colaboración entre varios agentes, incluidos gobiernos, sector privado, instituciones académicas y de investigación, y sociedad civil.

Y ahí es donde entramos nosotros. ¿Qué podemos hacer? Se trata de tomar alimentos sanos e intentar que su consumo sea sostenible.

Podemos elegir alimentos locales y de temporada: consumir frutas y verduras frescas a diario y legumbres.  Las hortalizas y frutas son ricas en fibras, vitaminas y minerales esenciales.  El consumo de legumbres (lentejas, garbanzos, guisantes y alubias) forma parte de los hábitos alimentarios de España, y se incluyen en multitud de recetas tradicionales. Son fuente de proteínas vegetales. El aumento de su ingesta se asocia a menor riesgo de enfermedad cardiovascular. También podemos buscar recetas innovadoras para consumir estos alimentos tradicionales en temporada, y diversificar la dieta. Las legumbres precisan menos agua para su producción y pueden mejorar la fertilidad del suelo.

Las patatas son unos de los alimentos con menor impacto ambiental. Su consumo en exceso, como los de otros alimentos de alto índice glucémico (yuca, maíz…) puede aumentar el riesgo de padecer diabetes tipo 2, obesidad y enfermedades cardiovasculares.

Los cereales: se recomienda los de grano entero y alto contenido en fibra. En términos generales, su impacto ambiental es bajo, excepto el arroz, que tiene un mayor impacto por sus elevadas emisiones de gases de efecto invernadero.

Proteínas animales: el pescado es más saludable, la carne es el alimento de origen animal que más impacto ambiental negativo origina. Es preferible que proceda de producciones extensivas, de pasto, y así también se favorece la fijación de población rural.

Y, sobre todo, evitar el desperdicio alimentario: lo menos sostenible es tirar comida. Para ello podemos revisar el frigorífico a diario para que no se estropeen los restos, y buscar recetas para aprovecharlos. Comprobar periódicamente la caducidad de los alimentos envasados. Con relación a esto, distinguimos entre fecha de caducidad (no debe sobrepasarse su consumo), y consumo preferente (recomendación, puede sobrepasarse).

Podemos conservar los restos (y congelarlos) en envases adecuados, señalando la fecha de congelación/envasado.

Hacer la compra con los menús planificados previamente, para no llevar productos innecesarios.

Y tener en cuenta comedores sociales para lo que no vayamos a consumir.

Si necesitan más información sobre este tema, contactar con su profesional sanitario de referencia.

Florentina Martínez Saura
Médico de Familia
Centro de Salud Eloy Gonzalo

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