¿Cómo es posible que un distrito tan castizo sobrelleve el nombre de la capital de Saboya, un antiguo ducado francés situado a 1.291 kilómetros de distancia de la plaza de Chamberí? Lo cierto es que nadie puede asegurarlo con certeza. Pero hay teorías. Cinco, al menos.
Una, quizá la más extendida –la que aparece en la web del propio Ayuntamiento–, sostiene que el barrio debe su nombre a un Regimiento francés, el Chambéry, de la División Riffin. Durante la Guerra de la Independencia, el Ejército galo habría acampado en la zona donde comenzaba a formarse esta barriada, sobre unos terrenos que en la Edad Media habían pertenecido a la Orden del Temple.
En aquel inicio del XIX también se le conocía como el barrio de Los Tejares, dependiente del Concejo de Fuencarral –de hecho, pagaba tributos a los ayuntamientos de este pueblo y de la capital–, hasta el deslinde de 1820. No obstante, si ya chirría que los orgullosos chamberileros se dejasen “bautizar” por un enemigo tan impopular y breve como fueron las tropas napoleónicas, existe además un documento de 1752 que cita ya el nombre de Chamberí para referirse a la zona. También se encuentra en el plano de 1761 de Chalmandrier, 47 años antes de la ocupación francesa, y en el de Espinosa (1769), donde aparece por primera vez la denominación de paseo de Chamberí para aludir a la actual Santa Engracia.
Todos estos documentos restarían también veracidad a una segunda insólita y anacrónica teoría: la de que impusiera el nombre Benita Moreno, cantatriz del XIX, que habitó en una quinta origen de la barriada. La artista habría llamado a esta residencia Chambéry, en recuerdo de una casa de recreo parisina donde vivió, y así nombró “tal vez por ser deudora de ella a la generosidad de un saboyano”, señala el “Diccionario etimológico de la lengua castellana”, de Pere Felip Monlau.
La ‘culpa’ fue de una reina
Pero probablemente las hipótesis más verosímiles tengan que ver con la mano de una reina. O de dos. La tercera, que otorga la denominación a Isabel de Farnesio, parece la más descabellada, debido al origen y abolengo italiano de la madre de Carlos III. Resulta poco probable que la monarca escogiera el nombre de la capital del Ducado de Saboya, con el que había disputado el Reino de Sicilia para su hijo.
Más verosimilitud alcanza la historia que explica el cronista de la Villa Pedro de Répide, quien atribuye el término Chamberí a Luisa Gabriela de Saboya (1688-1714), primera esposa de Felipe V: “Quien en sus paseos por las afueras de La Corte podía hallar cierta semejanza entre este lugar y la lejanía del Guadarrama azul, con su tierra natal y la silueta majestuosa de los Alpes”, que enmarca el Chambéry francés. Aunque yerra De Répide en señalar la capital saboyana como lugar de nacimiento de la consorte –que era turinesa–, la cercanía entre ambas ciudades permitiría aventurar “que la reina pasara temporadas, durante su infancia, en la antigua capital del reino de su padre, y guardase buenos recuerdos de sus estancias allí”. Así lo señala el libro “Historia de Chamberí”, editado por el Ayuntamiento de Madrid, que considera ésta la versión más creíble. En cuanto al desfase temporal, una generación, sería “el normal con el que la Administración suele llegar a todo lo nuevo”.
La última versión apunta la autoría a la reina Bárbara de Braganza (1711-1758), habitual paseante del Camino Alto de Hortaleza –luego Bárbara de Braganza, y hoy Santa Engracia–. La que fuera esposa de Fernando VI fundaría el Convento de las Salesas Reales con monjas procedentes del Monasterio francés de Chambéry –aunque otras fuentes indican que las religiosas procedían de Annecy, en la Alta Saboya–. De ser así, las primeras salesas habrían llegado a Madrid en 1748, explica Mª Isabel Gea en su libro “Chamberí”, “y nueve años más tarde se instalaron en el monasterio que la reina mandó construir junto al portillo de Recoletos, al sureste del futuro barrio”.
En la actualidad, la Audiencia Nacional ocupa el edificio de este antiguo convento. Debido a la coincidencia temporal con los primeros documentos que hablan de Chamberí, a la autora le parece éste “el origen más probable del nombre”, una versión que también considera Pedro de Répide en su clásico “Las calles de Madrid”. Ahora bien, ya fueran las tropas invasoras, las monjas salesas, la melancolía de una reina o el recuerdo de una cantatriz, lo cierto es que el muy francés nombre de Chamberí arraigó de modo definitivo en estas calles, adoptándose ya como un casticismo más de nuestros días.
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