El suicidio, a menudo, es visto como una solución radical al sufrimiento psicológico. La víctima se siente superada en sus recursos y afrontamiento y no ve ninguna otra salida, llegando a pensar que su pérdida será fácil de superar por sus amigos y familiares, incluso un alivio para ellos.
Es un problema de salud pública, que representa una de las causas principales de muerte no natural en España. En 2020 se registró el mayor número de suicidios desde que hay datos, un total de 300 (227 hombres y 73 mujeres), lo que le sitúa como la principal causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años.
La depresión, la otra epidemia de nuestra sociedad, genera pensamientos suicidas, la mayoría de las veces por desesperanza. Sigue siendo tema tabú, algo estigmatizado, vergonzoso, “algo que esconder”, como en el pasado, cuando incluso era tratado como conducta penal. Los supervivientes sienten “autoculpa”. “¿Por qué hice esto?”, les quedan grabados sonidos e imágenes del suceso, debido a una reacción intensa ante la ansiedad e indefensión.
Problemas como el “bullying”, el ciberacoso y la actual pandemia, según expertos, han reflejado un aumento del 7,4 % de muertes generales. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) es fundamental una mayor concienciación entre la población. Dar visibilidad a este problema y prevenirlo, pero ¿cómo lo prevenimos?
Sencillo: preguntando sobre las ideas suicidas de la víctima. Pero entonces, ¿no es contraproducente? Antiguos mitos dicen que “una persona habla de suicidarse, pero no lo hace, es una mera llamada de atención”. NO, debemos alertarnos, ya que está demostrado que aquellos que lo dicen tienen más riesgo de suicidarse. Y hablar de ello no aumenta la probabilidad, no genera un “efecto llamada”, sino que es una medida que ayuda a la prevención y detección precoz del problema. Debemos conocer y observar las señales de alarma:
- Habla de su situación insistentemente.
- Su discurso es la pérdida del sentido de la vida.
- Si se desprende de objetos y pertenencias.
- Intentos previos: cortes o signos de ahorcamiento.
- Poco cuidado del aspecto físico y la higiene.
- Se encuentra en situaciones de duelo complejo.
Debe ser tratado por un equipo multidisciplinar y la Comunidad de Madrid cuenta con programas formativos destinados a la prevención para ayudar a manejar reacciones agudas de estrés o situación de intrusión, para que la víctima recupere la seguridad y sensación de control ante el manejo de sus síntomas.
Debemos fomentar y trabajar la salud mental en nuestros jóvenes. Exigir a los responsables y a la clase política más recursos. Y los profesionales debemos prestar atención a estos problemas de depresión, ansiedad y estrés en los adolescentes y no considerarlos “cosa de la edad”.
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