Las primeras carreras de caballos
No obstante, el Hipódromo de los Altos de La Castellana, inaugurado el 31 de enero de 1878, no fue el primer recinto madrileño destinado al turf “a la inglesa”. Ni siquiera el primero en Chamberí. Décadas antes se ubicaría uno al comienzo del denominado Paseo del Huevo –hoy calle de Almagro–, más allá del Portillo de Santa Bárbara y junto al Casino, si bien éste tuvo una vigencia efímera. Lo recuerda Pedro de Répide en Las calles de Madrid: «En 1846 se construyó a la derecha del Paseo del Huevo el primer hipódromo que hubo en Madrid, en el que, además de la gradería y los palcos, había un pabellón destinado a café y un lugar para los músicos que tocaban durante las carreras de caballos, como se hace en las corridas de toros. No prosperó el hipódromo, y dos años más tarde su terreno y locales fueron adquiridos por una sociedad, La Juventud Vascongada, que daba allí bailes y otras fiestas al uso del País Vasco». No obstante, yerra el popular cronista de La Villa, al considerar que el del Paseo del Huevo fuera el primer recinto dedicado a las carreras de caballos en Madrid, por cuanto las crónicas hablan de que la primera se disputó de manera casi informal en 1835 en la Alameda de Osuna, y que estuvo organizada por el Duque de Osuna, gran aficionado a la equitación. Ocho años después, el 20 de abril de 1843, se disputa la primera carrera organizada en la finca Casa Blanca, en el camino de Perales, junto al Manzanares, éste sí considerado el primer hipódromo de la capital, pese a carecer aún de tribunas y contar con escaso público, la mayoría aristócratas. Pero incluso antes, en 1845, se inauguraría otro hipódromo, el de la Casa de Campo, “real, elegante y minoritario”, que duraría hasta 1866. Dos años después, la Revolución suspendería las carreras de caballos, que se retomarían con brillantez una década después en una zona privilegiada de Madrid, lo que sin duda «contribuyó a la promoción y difusión de las competiciones hípicas en nuestro país», señala el libro de Turner.

Una boda real
Pero volvamos a La Castellana. En 1874, tras el fracaso de la Primera República y el regreso del exilio de Alfonso XII, se inicia el periodo de Restauración borbónica, al que el hipódromo estaría ligado prácticamente durante toda su existencia. La idea surge por iniciativa del Gobierno, para celebrar el matrimonio del monarca con su prima María de las Mercedes de Orleans. Como hemos visto, la corona contaba ya con el minoritario hipódromo de la Casa de Campo, pero Antonio Cánovas del Castillo decidió agasajar a la pareja con un espacio mayor y ajeno, donde pudieran celebrarse las carreras para conmemorar el enlace, que se hizo oficial el 6 de diciembre de 1877.

- Fotografía: Diego Ragel-Archivo Ragel, cedida por la editorial Turner.
Pasando las décadas, los automóviles fueron sustituyendo paulatinamente a los carruajes, y el recinto se abrió a la celebración de otras competiciones, como gimkanas o partidos de polo. En 1903 fue la sede de la primera Copa del Rey de Fútbol, organizada por Carlos Padrós –que un año antes había fundado, junto a su hermano Juan, el Real Madrid Club de Fútbol– y que ganó el Athletic Club de Bilbao. También albergó demostraciones aéreas, como la que acabó en tragedia en 1911, cuando el piloto francés Jean Mauvais estrelló su biplano sobre el público que abarrotaba el lugar, matando a la mujer Petra Miguel Valle. Fue éste el primer accidente aéreo con víctimas de la historia de España, debido a una mala organización que no supo impedir la invasión de la pista, pese a que el auto de procesamiento lo consideró “un accidente fortuito, de causas dolorosas, pero ineludibles en el desenvolvimiento progresivo de los grandes eventos”. El Madrid de Villa y Corte regia iba encaminándose hacia una capital abierta y cosmopolita. Era el anunciado final de una época, pero no sólo eso: el crecimiento de la ciudad iba a acabar por engullir un espacio que representaba un obstáculo para el desarrollo urbano, un tapón que cerraba La Castellana e impedía su prolongación. Será el nuevo Gobierno de la República el que, en 1933, decidirá derribar el Hipódromo. El 15 de abril de aquel año se ponía la primera piedra de los futuros Nuevos Ministerios, cuya realización se encargó a Secundino Zuazo, responsable también de la Casa de las Flores, en Gaztambide. La llegada de la Guerra Civil truncó el proyecto, que no se inauguraría hasta un par de décadas después, y modificado en gran parte por un equipo de arquitectos afines al nuevo régimen. Menos tiempo tuvieron que esperar los aficionados a la hípica, cuyo flamante hipódromo de La Zarzuela se estrenaría en 1941, dos años después de terminada la contienda. David Álvarez
Bibliografía:
- El Hipódromo de La Castellana. Deporte, arquitectura y sociedad, 1878-1933, Turner, 2014.
- Chamberí en blanco y negro (1875-1975), de Juan Miguel Sánchez Vigil y María Olivera Zaldua. Ediciones La Librería, 2011.
- Las calles de Madrid, Pedro de Répide.
- Pioneros de la aviación española, Cuadernos de Historia Aeronáutica (Nº 12).
- Periódicos y webs: El Mundo, As, El País, Urbancidades, Historias Matritenses.
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