El horror del nazismo también golpeó Madrid. Por ello, la ciudad se ha sumado al proyecto Stolpersteine que trata de rendir homenaje a las víctimas del Holocausto nazi alrededor del mundo. De esta forma, siguiendo los pasos de esta iniciativa, el Ayuntamiento ha colocado doce adoquines que ha insertado a lo largo de los últimos días frente a las casas de algunas de las víctimas.
Madrid se une así a este plan con el que pretende saldar una deuda con la memoria de sus vecinos al contar una historia con nombre y apellidos. En concreto, son 450 personas las que serán recordadas con estas placas insertadas en el suelo de las calles de la ciudad. Los adoquines son unos pequeños bloques de cemento de unas dimensiones de 96mm x 96mm x 100mm, que tienen una superficie de bronce en la parte superior donde se puede leer la persona concreta a recordar precedido de un “Aquí vivió”, ya que están colocadas en la acera delante de los edificios donde pasaron sus últimos años en la capital. Junto al nombre aparece la fecha de su nacimiento, de su exilio, de la deportación y en algunos casos la de su asesinato.
En Chamberí por el momento se han colocado cinco placas en las calles de Bravo Murillo, 20; Espronceda, 7; Ponzano, 44; Viriato, 2 y Virtudes, 22. La primera en emplazarse fue la de la calle de Bravo Murillo que recuerda a Enrique Calcerrada Guijarro, deportado a los 23 años y más tarde liberado. La instalación fue realizada por Gunter Demnig, el artista encargado del diseño que siempre repite la colocación de las primeras placas en cada ciudad, como muestra de respeto a las víctimas de la barbarie.
Placa ubicada en la calle de Bravo Murillo, 20
El término Stolpersteine, que hace referencia a piedra que te hace tropezar en alemán, se trata de un proyecto que comenzó en 1997 en el distrito berlinés de Kreuzberg. En la actualidad ya se ha realizado en más de una veintena de países y 1.800 localidades europeas y argentinas como Bruselas, Burdeos, Hannover, Nuremberg, Prada, Roma o Viena. En 2015 llegó por primera vez a España, al municipio barcelonés de Navás donde en septiembre de aquel año se instalaron las primeras piedras. Más tarde la iniciativa se extendió a otras 18 localidades catalanas.
Isabel Garrido
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