Luis Antonio de Villena: “Yo lo que quería era ser sabio. Toda mi vida he querido saber, y así sigo”

Entrevistamos al poeta y escritor de más de 80 libros, que lleva cerca de cuatro décadas residiendo en el distrito


Hace casi 40 años que Luis Antonio de Villena se vino a vivir a Chamberí, donde ha tenido tres casas y donde nos recibe, en una cafetería de la Plaza de Joaquín Sorolla, refugio habitual de este poeta e intelectual de abrumadora conversación y una vasta cultura, que va desde Egipto y los clásicos a la Movida, el underground de la Transición o los bohemios y malditos, pasando por saberes insólitos, como el dominio del chino, que estudió a principios de los 70. Dandy y excesivo, publicó con 19 años el primero de sus más de 80 libros, sufrió acoso escolar, fue tertuliano televisivo y renunció por 20 días a un jugoso accésit del Premio Planeta… Acaba de cumplir 72 años la víspera de Todos los Santos, y aprovecha la onomástica para despotricar contra la fiesta de Halloween, “esa tontería que los norteamericanos nos han colado, ese carnaval para subnormales y subnormalas”. Esto promete.

Le enerva especialmente la estupidez. ¿Ha llegado a la literatura?

Sí, está ya en todas partes. Como decía Antonio Machado, “Qué difícil es/cuando todo baja/no bajar también”. El origen está en la enorme incultura que hay, unida a la falta de educación. La gente es hoy brutalmente ineducada y tremendamente inculta, porque los niveles que se pedían en los colegios, y sobre todo en la universidad, cayeron en picado. No estaba bien exigirle al alumno estudiar mucho, y eso es la negación misma del saber. Es el problema base de todo, inclusive de la política. Que haya personajes como Yolanda Díaz, que sólo dice tonterías, se debe fundamentalmente a esto. Si la gente estuviera más preparada, reaccionaría a las cretineces que sueltan los políticos sin parar.

¿Hay algo que aún se pueda salvar?

Se salvan los que hacen literatura, y piensan en ella, pero es un mundo muy afectado, porque muchas editoriales, sobre todo las grandes, están dedicadas a ganar dinero. Ya no son editores, son mercaderes de libros. Es terrible. Aparecen noveluchas que se leen muy fácil, pero no tienen ninguna enjundia, son libros de usar y tirar. Siempre ha habido algo de esto, pero no puede ser la mayoría del panorama. Todo ha quedado en manos de las pequeñas editoriales, que siguen preocupándose por que los libros sean de calidad, pero tienen un capital pequeño y una distribución mala, por lo que venden menos, y apenas se pueda vivir de la literatura.

Descubrió su vocación literaria después de leer un libro de mitología clásica…

Cuando tenía 14 años cayó en mis manos un manualito de mitología grecolatina, y me gustó mucho. Aquellos dioses eran muy humanos, había engaños, amantes… y decidí que quería hacer algo así. Fue mi primer impulso literario y me puse a escribir sobre eso, pero yo no tenía ningún otro saber y repetía lo que ponía en el libro. Pero ahí me quedó lo de escribir. Al poco empecé con la poesía, pero mi primera idea era escribir ensayo, porque lo que yo quería era ser sabio. Toda mi vida he querido saber, y así sigo.

¿Cómo fue aquella infancia y adolescencia?

En lo económico, fácil. Mi madre me pagaba todo y yo sólo tenía que estudiar, aprender y subir en mis estudios. Eso me hizo una especie de niño mimado, porque yo era hijo único y no tenía que ocuparme de la vida práctica, que aún hoy me horroriza. En el colegio sí fue difícil. Fui un niño tímido, que iba a los marianistas de El Pilar, un colegio de elite, y se metían conmigo, me hacían bullying. Eran sólo tres o cuatro, los demás no hacían nada, pero tampoco te defendían. Con 12 años dos profesores me metieron mano, aunque no fue nada sucio, sólo caricias de unos pobres curas reprimidos. Nunca me pareció tan grave como el acoso. A aquellos niños les sigo deseando el mal.

¿Cuándo acabó el acoso?

A partir de los 14 o 15 años, ya en el Bachillerato. En esa época leí una biografía de Oscar Wilde y quedé fascinado, porque el personaje me resultaba familiar, era como si en parte hablara de mí. Cuando lo terminé, decidí hacerme wildeano, y me ponía corbatas de colorines, y sortijas y chales, cosas rarísimas entonces, cuando todo era serio y formal. Ahí se podían haber metido mucho más conmigo, porque yo aparecía como un excéntrico, pero curiosamente ya no se metieron. Creo que fue porque era muy buen alumno en Literatura, Griego, Historia… y empezaron a identificarme con la Cultura. Yo era la Literatura. En esos años de Bachillerato llegué a cosas alucinantes con mi vestimenta.  

Periodista, crítico, conferenciante, tertuliano… pero, sobre todo, poeta.

Sí, porque así empecé y es lo que he hecho más continuadamente. Es la base de todo, pero he escrito muchas novelas y ensayos, quizá narrativa lo que más. Lo único que no he hecho ha sido teatro, aunque creo que lo haría bien, porque se me da bien escribir conversaciones.

Asegura que un enamorado que no haya leído no lo puede estar tanto como el que sí.

Esto vale para la literatura en general. La poesía es un lenguaje que tiene que ver con la vida, y yo decía que un enamorado que no ha leído, por ejemplo, algo como los Veinte Poemas de Amor de Neruda, que es muy elemental, tiene una sensación del amor pobre. Si lees, tus sensaciones amorosas se multiplican, crecen. Vas a ser un amante mucho mejor. Esto parece un chiste, pero no lo es. Alguien que haya leído cosas de amor tiene una capacidad de amar muy por encima del que no haya leído nada, que no va a decir más que trivialidades.

Usted empezó hace 50 años a escribir de temas amorosos con total libertad.

Sí, pero porque me lo podía permitir. No era un acto de valentía, sino de inocencia. Escribía con toda naturalidad de cosas que me parecían normales, no pretendía escandalizar a nadie. Y no tuve ningún problema, porque la libertad de aquellos años era mucho mayor. Ahora esa formulita llamada corrección política ha cercenado todo.


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