Medio siglo de Orfila, la galería de arte que no se doblega a modas vacuas

Decana en la capital, fue fundada por el escritor Antonio Leyva


“La galería como el lugar donde detenerse a pensar qué hacer”. Es la definición que sobre este espacio ofrece Antonio Leyva Sanjuán, historiador, crítico de arte y director de Orfila, galería decana de Madrid, que va camino de cumplir 52 años, acogiendo a los máximos exponentes del arte contemporáneo local.

Orfila abrió sus puertas –en el número 3 de la calle homónima– en el año 1973, con una exposición del vanguardista gallego Laxeiro. “Cuando abrimos, casi todas las galerías estaban por el barrio de Salamanca, como la de Juana Mordó en torno a la abstracción. En el barrio de Chamberí sólo estaba la Galería Biosca, que abrió un catalán [Aurelio Biosca], en el sótano de su vivienda, habilitando el primer piso para la venta de muebles de lujo”, explica Leyva Sanjuán.

La galería chamberilera vivió una época de esplendor durante los primeros 20 años, una auténtica edad de oro que transcurría pareja a una etapa de auge del arte de aquella España: un mercado al alza, donde se compraban obras, una explosión de buenos artistas que, además, contaban con multitud de lugares donde exponer en la ciudad. En Chamberí también se ubicaba en aquel tiempo la Galería Theo, donde empezaron a exponer artistas de la Escuela de París de los años 60 y 70.

Desde que en 2005 tomara el relevo de su padre –el recordado galerista, agitador desde la tranquilidad del panorama artístico y literario madrileño, el escritor y poeta Antonio Leyva, fallecido en enero del 2024–, Orfila sigue “decidida a preservar su criterio de galería independiente, que le permite conectar con el artista, siempre en búsqueda de lo original, que va de la mano de lo auténtico”, cuenta su hijo Antonio.

Punta de lanza de las vanguardias

Punta de lanza en la difusión de las vanguardias, Orfila afronta el futuro manteniendo una línea de especial relación con los autores que exponen en el local. Una relación que va más allá de la base de confianza que mantiene el galerista con los artistas o el interés mismo por la obra artística, ya que, en la mayoría de las ocasiones, son auténticas amistades forjadas a través del tiempo.

Este espacio veterano defiende una línea crítica con respecto a la tendencia que se abrió paso a partir de los años 90, cuando irrumpió la voracidad del mercado, donde el marketing impuso sus reglas y, junto a la publicidad, se establecieron circuitos de escaso acceso para galerías independientes. “Hubo una desorientación en los 90. Había menos ambición, al igual que con el dinero, había más interés en la satisfacción del artista que gusta, y por comprar su obra, que es el mejor certificado de autenticidad”, recuerda Antonio Leyva.

En Orfila estuvo la obra de pintores de la talla de Francisco Mateos, el gran exponente del expresionismo español, al que unía una especial relación con los Leyva desde sus inicios. Mateos, Laxeiro, Manuel Avedán, Francisco Alcaraz, Antonio Guijarro, Margarita Calvary, Agustín Úbeda, Maruja Valdés, Antonio Barceló Ballester... son alguno de los nombres que han hecho de Orfila un lugar de encuentro para la sorpresa, un lugar donde reina el silencio, la tranquilidad que presta a encontrarse con uno mismo. Y un lugar donde, con algo de suerte, el visitante podría encontrarse, incluso, con alguno de los artistas que exponen estos días en el espacio a través de ‘Naturalezas’, propuesta artística que aborda la relación y el trato del ser humano con su entorno.

Sería recomendable considerar la invitación de Antonio Leyva al inicio de estas líneas y pensar en Orfila o cualquier otra galería, como “el espacio para encontrar el mundo de las emociones verdaderas, el lugar que sintoniza con lo que está realmente dentro de nosotros”. 

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