Me gustaría rendir homenaje a una castiza de Madrid, y que recientemente ha subido al Cielo. Ya se sabe: ¡de Madrid, al Cielo! Carmen Hoyo Herrero, mi madre, era de Chamberí, y allí donde fuera se lo hacía saber a quien se cruzara con ella. Porque ser de Madrid es un título, pero ser de Chamberí, un orgullo.
Nos contaba que nació en la calle de Medellín, que transcurrió su infancia viviendo en García de Paredes, que se enamoro a muy corta edad de un chico de Zurbano –mi padre–, que fue al Colegio de María Inmaculada, en Martínez Campos, que su adolescencia la pasó trabajando entre Alonso Cano y Olavide, y que se casó en la Iglesia de Santa Teresa y Santa Isabel.
Nosotros, sus hijos, nacimos en la calle de la Milagrosa, y fuimos bautizados en la misma Iglesia donde nuestros padres se casaron, de manos de D. Luis Soria y Soria, y fuimos ofrecidos a la Virgen del Carmen.
Cuando la Virgen del Carmen, el 16 de julio de 1992, salió a la calle tras 22 años sin procesionar, mi madre se sintió feliz y empezó a pertenecer y a ser Hermana de la Cofradía, y cada día 16 iba a rezar a su Virgen.
Este año no se pondrá su peineta ni su mantilla, ni estará en el lado izquierdo del estandarte de la Virgen, pero nosotros sí oiremos decir: ¡Viva la Virgen del Carmen!
Adiós mamá, nos has enseñado a amar al barrio, este Chamberí que tu sentías por tus cuatro costados, y que tus hijos, nietos y bisnieta, nunca podrán olvidar.
Mª del Mar Hernández
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