Uno de los mayores éxitos de marketing del desarrollismo madrileño fue la célebre “gasolinera de las chicas”, ubicada en el número 1 de la calle de Ríos Rosas. En los 60, esta estación de servicio, perteneciente a la empresa CARS, decidió poner al frente del negocio únicamente a chicas, jóvenes y sonrientes como las fotografió Martín Santos Yubero en marzo de 1963, hace exactamente 55 años.
“Aquello se llenó de conductores, que venían a puñados a echar gasolina. Si les pillaba de paso, no repostaban en otra”, recuerda Carmen, una vecina cuyo domicilio queda frente a la gasolinera. En una de las imágenes, al otro lado de Bravo Murillo puede verse el edificio del Instituto de Biología y Sueroterapia (Ibys), hoy desaparecido. La estrategia coincidió con el boom de las gasolineras, propiciado por un incremento extraordinario de los vehículos en la capital –en cinco años, las estaciones de servicio pasaron de 315 a 1.182– pero, sobre todo, por un cambio legislativo que pretendía reducir las diferencias entre hombres y mujeres. Un año antes había entrado en vigor la Ley de Derechos Políticos Profesionales y de Trabajo de la Mujer, que le abre al trabajo a empleos hasta entonces vedadas, abolía el despido forzoso una vez que contraía matrimonio, y esbozaba la igualdad salarial entre hombres y mujeres para igual trabajo. “Algo que sólo se aplicó en la Administración y en algunas empresas, pues el resto varió el tipo de contrato o las categorías para no tener que cumplirla”, explica Pedro Montoliú en su Madrid, de la Dictadura a la Democracia. Desde entonces, la mujer que iba a contraer nupcias podía elegir entre conservar el puesto, solicitar una excedencia o recibir una indemnización. La decisión, eso sí, debía ser presentada junto con el permiso del padre o del marido.
Fotos: Martín Santos Yubero (Archivo Regional de Madrid)
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