Ana Tamariz y su escuela, seis años de magia y humor en la Sala Galileo

“Sed bienvenidos al mundo de la ilusión, donde nada es lo que parece y lo que parece es una ilusión”, decía Isidoro de Chamberí, un mago del XIX que actuaba en el barrio para manolas y chisperos. Una frase que más de un siglo después podrían firmar, sin duda, otros ilusionistas chamberileros como Juan Tamariz y su hija Ana, nacidos ambos en el distrito. Desde hace 30 años ella dirige la escuela de magia que lleva su nombre y el apellido más famoso de la magia española en el último medio siglo.

Desde hace seis años, la cantera de la Gran Escuela de Magia “Ana Tamariz” se sube al escenario de la Sala Galileo. Los tres últimos para presentar “Oeste Mágico”, un espectáculo de magia y humor en torno al western, pensado para toda la familia y conducido por el mago profesional Manu Vera –marido de Ana−, que incluye la participación de varios ilusionistas procedentes de la escuela que ésta fundó junto a su padre en 1988.

Ana Tamariz Ana y su marido, Manu Vera, mago y conductor del show 'Oeste Mágico'.

“Un poco antes de que comience el show pasamos por las mesas haciendo algo de magia de cerca para que el público pueda disfrutar a sólo 50 cm de sus ojos de algunos milagros con cartas, dados y otros objetos cotidianos realizados por alumnos de la escuela”. Vera tiene claro qué diferencia la cartomagia del resto de modalidades: “La belleza. Como decía el mago Hofzinser, la cartomagia es la poesía de la magia”, explica.

Aunque ella ha preferido desarrollar su vena maga desde la formación, detrás del escenario, Ana Tamariz no recuerda en qué momento supo que seguiría los pasos familiares. “Creo que antes de nacer ya me interesaba la magia, no me acuerdo de ver otra cosa en casa, donde mi padre se reunía con otros magos para ensayar”.

Lo que pesa una chistera


Desde su escuela se esfuerza por formar a pequeños y grandes en las maravillas del ilusionismo, “no sólo en desvelarles el truco, que además viniendo de familia de magos sería muy feo [además de su marido y su padre, tiene un hijo campeón de España de yoyo], sino por enseñarles el arte de la magia. No sólo el secreto, sino la puesta en escena, la psicología…”, añade.

“La chistera del apellido pesa, pero por suerte para bien. Para mí es un orgullo y una satisfacción. No hay día que no me diga alguien lo que admira a mi padre, lo que se ha reído con él o que toda la familia veían sus espectáculos, y yo me emociono cada vez que me lo cuentan”, explica Ana que, no obstante, no tiene claro que ser mago se lleve únicamente en los genes: “Es mejor nacer con algo de artista dentro, pero luego hay que prepararse bien y aprender mucho, con lo otro sólo no vale”, explica.

Sobre cuánto tiempo se necesita para preparar un truco, su marido es rotundo: “Horas, todas. Lo único que como es algo que te apasiona no le das importancia a estar 24 horas. Los magos somos niños que no hemos crecido, o que lo hemos hecho, pero seguimos siéndolo, porque estamos siempre jugando”.

Y a este “juego” vuelven todos los sábados, en la Sala Galileo. “Me encanta estar por aquí”, dice Ana, y Manuel responde: “Yo considero que me he hecho mago en la Sala Galileo, estar tantos años actuando aquí te da unas tablas enormes”.

Antes de despedirse, Ana termina con un bonito recuerdo: “Yo vine a esta sala por primera vez en 1987, cuando mi padre grababa aquí el programa de ‘Magia Potagia’. Había un espacio, junto a una mesa de billar, donde grabaron magos como René Lavand o Arturo de Ascanio, verdaderas estrellas de la magia. Tengo unos recuerdos preciosos de aquella época, y ahora a ese rincón lo llamamos el espacio Juan Tamariz, y allí hacemos pequeñas sesiones de magia de cerca”. Después de eso, Ana y Manu hacen “chas” y desaparecen. Pero vuelven, cada sábado, a la Sala Galileo.

Beto López

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1 comentarios

  1. Cruz y MANOLO | 01/01/1970 01:33h. Avisar al moderador
    Sois muy grandes/ os queremos familia   

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