La consecuencia más grave es la expulsión del vecindario de su lugar de residencia, motivada por el ruido, el aumento del precio y el cambio drástico de las calles con la desaparición de los comercios tradicionales.
Esto está produciendo un cambio radical de los barrios, por el turismo de masas y la entrada en escena de un tipo de alojamiento conocido como “alojamiento turístico”. Chamberí, tradicionalmente, ha contado con hoteles de todas las categorías, hostales y pensiones. Como consecuencia de nuestra cercanía a la Ciudad Universitaria, tenemos también muchos estudiantes en pisos alquilados.
En los últimos años prolifera el denominado “alquiler turístico”. Dos de sus modalidades más extendidas son la de bloques enteros de viviendas –de las que en muchas ocasiones se desaloja a los inquilinos con malas prácticas–, dedicados al alquiler en “apartamentos turísticos” y viviendas individuales en bloques residenciales, conocidos como “pisos turísticos”, que se alquilan por días, generalmente fines de semana o puentes.
Los problemas que genera cada uno de estos alojamientos en la convivencia comparten puntos en común y algunas diferencias. Así, los primeros están sujetos a normativas reguladas por las administraciones; en los bloques con estudiantes la convivencia suele ser correcta, aunque existen problemas derivados de los horarios, las fiestas…; los bloques de apartamentos turísticos, por normativa, no deben compartir edificio con residentes tradicionales; sin embargo, son los pisos turísticos ubicados en bloques residenciales los que mayores problemas crean, por el constante trasiego; la ocupación de las viviendas con más personas de las que corresponderían; el arrastre de maletas a cualquier hora; la falta de cuidado de ascensores y otros elementos comunes, y, en general, la falta de respeto al descanso del vecindario causan conflictos en la convivencia.
A los vecinos tradicionales este tipo de ocupación les genera problemas de seguridad –no hay registro documental de quien usa el piso turístico–, y costes añadidos por mantenimiento y consumos de energía en zonas comunes.
El cambio de usos de los locales de las calles donde se ha pasado de vivienda residencial a uso turístico está siendo radical. El comercio tradicional prácticamente ha desaparecido, en beneficio de bares, restaurantes y locales de ocio en general. El precio de los alquileres se incrementa de forma descontrolada, lo que conlleva la desaparición del comercio tradicional y del vecindario de “toda la vida”.
Además, muchas de estas transacciones se hacen sin que medie papel alguno. Los beneficiarios son el propietario y el inquilino y quienes sufren las consecuencias los vecinos del edificio, los ciudadanos que ven cómo se degradan sus barrios, la hostelería legal y la Hacienda Pública, que no recibe su parte.
Ayuntamiento y Comunidad, hasta ahora, no han sido capaces de poner las bases para un debate serio sobre el problema. Debate en el que, necesariamente, tiene que participar el movimiento vecinal.
El turismo es parte importante de la riqueza de Chamberí. La falta de control puede hacer que vecinos y turistas nos veamos como enemigos, y hay que poner los medios para que no suceda. Es obligatorio que se regule poniendo el foco en el derecho al descanso y al disfrute de sus calles, y que se preserve el pequeño comercio. Comunidad y Ayuntamiento tienen en sus manos que los barrios céntricos no se queden sin ciudadanos. Y en las nuestras está denunciar los abusos.
Julio López de la Sen, presidente Asociación de Vecinos ‘El Organillo’
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