La más moderna factoría
Apenas 10 años después la fábrica ya no da abasto y comienzan a buscar otra sede. Del proyecto se encarga Amós Salvador Carreras, y la factoría se instala en 1915 junto a la Plaza de Moncloa, en el paseo de San Bernardino –hoy, Isaac Peral– esquina con Fernández de los Ríos. El edificio, de inspiración neomudéjar y modernista, ocupaba una superficie de 4.700 metros cuadrados y costó la friolera de un millón de pesetas. De dicha fábrica diría el periódico La Esfera, en marzo de 1917, que “no tiene parecido con ninguna otra dentro de este ramo de la industria, y puede sostener dignamente una rigurosa comparación con los mejores establecimientos industriales del extranjero”. No en vano, el edificio fue premiado por el Ayuntamiento por su interesante factura y belleza. Además de su artístico aspecto exterior, entre las novedades de la factoría destacaba el uso racional del espacio, una buena conexión entre las dependencias y grandes mejoras en iluminación, ventilación e higiene. El inmueble albergaba los laboratorios, las oficinas y la vivienda del gerente, además de los talleres, “dispuestos en naves adosadas con una altura de cuatro pisos”, con la siguiente distribución: la frasquería, en la primera planta; almacenes y salas de trabajo, en la segunda y tercera, finalmente, la cuarta se destinaba a la elaboración de jabones. En 1919 se amplió con un nuevo edificio en la calle de Isaac Peral, 6, único que en la actualidad se conserva, destinado hoy a residencia universitaria femenina.
Obreros y beneficios sociales
Poco después de su funcionamiento la fábrica daba ya empleo a 300 personas –cifra que se duplicaría en los años previos a la Guerra Civil–, que contaban con unas condiciones laborales “notoriamente mejores” que en otras industrias. Según su Reglamento Interno, los empleados trabajaban en jornadas de ocho horas, y el complejo contaba con duchas, guardería y servicio médico y farmacéutico gratuito dentro de la clínica de la propia fábrica; además, la plantilla gozaba de beneficios como 10 días de vacaciones pagadas, baja por enfermedad con medio sueldo o bajas pagadas previas y posteriores al parto para las madres. No obstante, y pese a que las empleadas femeninas constituían la fuerza de trabajo más numerosa, aún había una acusada división del trabajo según sexos, y el jornal de los hombres duplicaba el de las mujeres. Éstas se encargaban principalmente de la limpieza, el etiquetado y el precintado de frascos. Cartel de Federico Ribas. Los años 20 y 30 son los del esplendor de Gal, con la fábrica incrementando exponencialmente su producción y la compañía desembarcando en países como Argentina, EE UU, México o el Reino Unido. En España la marca se dispara gracias a las campañas publicitarias ideadas por Salvador, que contrató a actrices como María Guerrero o Margarita Xirgu y promovió un concurso para sus carteles, auténticas obras de arte con las que participaron ilustradores muy reconocidos, como Salvador Bartoluzzi, Rafael de Penagos o Federico Ribas. Este último sería fichado como director artístico de la empresa.
Bombas durante el cerco
Ya en la Guerra Civil, la ubicación de la fábrica frente a la cárcel celular –en plena línea del frente durante el cerco de Madrid– provocó que fuera alcanzada por numerosas bombas, dañando severamente la edificación, por lo que Eusebio Echeandia tuvo que desmontar la maquinaria durante la contienda e instalarla de modo precario en Legazpi. Acabada la guerra, la fábrica sería reconstruida con gran esfuerzo, y en la década de los 50 ya había recuperado las cuotas de producción y su posición entre las empresas más prósperas del sector. La factoría, no obstante, tenía ya fecha de caducidad, como señala la Fundación Madrid+d: “Entrados los 60, ni el reconocido valor estético y constructivo del edificio, ni la memoria colectiva encarnada en más de medio siglo de actividad productiva, pudieron evitar la demolición de la emblemática fábrica Gal de La Moncloa”. En 1963 la producción se traslada a Alcalá de Henares –donde permanecerá cuatro décadas más, hasta la siguiente mudanza–, y el inmueble se derriba para levantar en la manzana el complejo Galaxia, una muestra de brutalismo arquitectónico diseñado por el arquitecto Antonio Lamela. Según el blog Urbancidades, “muy a la moda del momento, pero de muy escasa racionalidad y sentido estético”. En 2004, con el traslado al polígono de La Garena, las marcas de Gal pasaron finalmente a engrosar el inventario del Grupo Puig, que desde varios años antes controlaba la empresa. Terminaba así el periplo independiente de una compañía que desde su factoría chamberilera había sentado las bases de la industria jabonera y perfumera de España, además de contribuir a popularizar la higiene e impulsar la publicidad y una imagen de marca adelantadas a su tiempo. David Álvarez
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Bibliografía:
- “Comercios históricos de Madrid”, de Enrique Ibáñez y Gumersindo Fernández. Ediciones La Librería, 2017.
- “Chamberí en Blanco y Negro (1875-1975)”, de Juan Miguel Sánchez Vigil y María Olivera Zaldua. Ediciones La Librería, 2011.
- “Historia de Chamberí”, Ayuntamiento de Madrid.
- www.madrimasd.org
- Blogs: Urbancidades, Arte de Madrid (Mercedes Gómez), El Rincón de Mayrit.
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