Pantallazos

Cabecera Depositorio Una de las primeras y más extravagantes medidas que trajo consigo la llegada a las alcaldías de las formaciones “del cambio” fue la tomada por José María González, “Kichi”. Y no me refiero a aquello de expedir carnés de alimentador de gatos callejeros. No. Tras la primera reunión de su gabinete, el carnavalero alcalde gaditano mandó difundir a través de todas las pantallas informativas de Cádiz el siguiente mensaje: «Estas pantallas ya no serán más una herramienta de propaganda municipal». Inauguraba pues el cargo, claro, haciendo propaganda. Las pantallas, todos somos conscientes, las carga hoy el diablo. Al presidente del gobierno, por ejemplo, las pantallas le embelesan –especialmente si aparece en ellas su apuesta figura–, como a aquel Narciso le dejaba absorto contemplar su reflejo en el agua. Hasta que un día no pudo soportar tanta belleza y se tiró al río. Precisamente esto último era lo que deseaba para 2019 –desde otra pantalla– el chistoso gestor del Twitter del Partido Popular. Es lo que tienen las pantallas. Que retratan a la gente. Aunque para retrato, el de la pasada cabalgata de Reyes Magos de nuestros vecinos de Tetuán. De retrato al carbón, en este caso. Calle de Bravo Murillo, a la altura de la Junta Municipal de Distrito. Espectáculo de villancicos, teatro y música infantil y allí mismo, al pie del escenario donde se iba a llevar a cabo la recepción de Sus Majestades, alguien pensó que sería el lugar idóneo para instalar una gran pantalla desde la que emitir en bucle un vídeo de varios minutos con los logros –es un decir– cosechados por el equipo de gobierno municipal por y para el distrito, que si lo llega a ver el “Kichi” tenía las chirigotas hechas hasta el 2021. Igual esa cabeza pensante hasta calculó que cada “éxito” salido de la pantalla se celebraría con una cerrada ovación, ahora que la Selección Española nos ha dejado ahítos de triunfos. No es fácil imaginar qué motivos llevan a alguien a creer que aprovechar un espectáculo infantil para colar de rondón su propaganda política es, no ya una idea éticamente válida, sino incluso útil para el producto que quieres vender. Quizá incluso pensó que así se ganaría el voto de algún vecino indeciso que, al llevar a sus hijos a ver el espectáculo, se quedara prendado de la fantasía audiovisual que se reproducía incesante junto al escenario. Y es que, con pantallas así, quién necesita oposición, o “al suelo, que vienen los nuestros”, que dijo el primer Pío Cabanillas.

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