Almudena Grandes: “Echo de menos los viejos comercios y el interclasismo”

Es escritora y periodista. Madrileña de nacimiento y de universo literario, pues casi todas sus novelas tienen relación con la capital. Entre Las edades de Lulú (1989) y Los pacientes del doctor García (2017) hay otras 10 novelas y dos volúmenes de cuentos. Muchas de sus obras han sido galardonadas y otras tantas han sido llevadas a la gran pantalla con éxito. Esta última ocupa el cuarto lugar de la serie Episodios de una Guerra Interminable, que contará con seis episodios. Las novelas son independientes, aunque tienen personajes comunes, que hacen de hilo conductor de la historia. Almudena Grandes nos concedió unos minutos, antes de la presentación de su novela en el Centro Cultural Galileo. Un lugar clave, por ser el escenario de la última novela y de la siguiente.

¿Por qué escogiste este formato literario? ¿En qué se diferencia de otras novelas sobre la Guerra Civil?

Quiero contar los 25 primeros años de la dictadura. Desde el 39 hasta el 64, cuando el Régimen celebró los ‘25 años de Paz’. Y quiero contar este periodo desde la perspectiva de los españoles que dijeron que no, desde la perspectiva de los que resistieron. Cada uno con lo que podía, o con lo que tenía. Entonces, las dos primeras novelas cuentan la resistencia armada, la tercera la resistencia política, y ésta es una historia de espías, casi. Todo es ficción, basado en un hecho histórico real. Y en este caso, el hecho histórico sucede en esta misma calle: en Galileo, 14, donde vivía Clara Stauffer. Una mujer que dirigió, durante una década y con gran éxito, una red de evasión de colaboracionistas y de criminales de guerra nazis, que lograron escapar de la justicia aliada gracias a ella. Es una historia muy desconocida, escandalosamente desconocida, de la posguerra mundial y de la historia de nuestro país.

Almudena Grandes 1 La escritora acaba de publicar Los pacientes del Doctor García, cuarto título de la saga Episodios de una guerra interminable.

La trama principal se desarrolla justo aquí donde estamos, ¿por qué escogiste este escenario? ¿Qué fue lo que te inspiró?

Me inspiré en una fotografía de Clara Stauffer en bañador. Siempre escribo así, inspirándome en una fotografía. Clara era hija de padres alemanes, aunque nació en Madrid en 1904. Su padre fue maestro cervecero para Mahou y su madre era una Loewe, así que se codeaba con la alta sociedad madrileña. Fue deportista de élite, y en la foto sale con un trofeo por lograr una marca excepcional en la Laguna de Peñalara, en 1931. Salió en la portada del suplemento del ‘ABC’, por hacer el recorrido en un tiempo récord. Además, participó en la creación de la Sección Femenina durante el franquismo, entre otras cosas. Fue difícil encontrar documentación sobre la actividad clandestina que llevó a cabo Clara, aunque está demostrado que los aliados conocían los hechos y miraron hacia otro lado. La única fuente primaria que encontré fue una entrevista publicada en el ‘Daily Express’. Realizada por un periodista inglés, que se hizo pasar por un refugiado alemán. Especifica que Clara le atendió desde la cama, porque tenía pleuresía. Me pareció una mujer fascinante, toda una antiheroína o una heroína en el bando equivocado. Pero volviendo al escenario, curiosamente, la calle de Galileo va a tener una importancia extraordinaria en mi serie, porque el hecho histórico de la protagonista de la quinta novela, es decir, la siguiente, también sucede en esta calle. Exactamente en lo que ahora es Galileo 51, donde Aurora Rodríguez Carballeira mató a su hija Hildegart. Aunque en mi novela ella aparece ya en el manicomio de Ciempozuelos en los años 50. Galileo es un escenario fundamental en esta serie, porque muchos personajes se comparten. Los que son protagonistas en una, son secundarios en otra, e incluso hay algunos que son secundarios en varias. Por ejemplo, un personaje muy importante en esta cuarta novela es la mujer del doctor García, Rita, que es amiga de Manolita, y además vive en la ‘Casa de las Flores’. Por lo tanto, Chamberí está muy representado en mi serie.

Tú que siempre has vivido con un pie dentro de este distrito, ¿cómo ves la transformación del barrio?

Yo siempre he vivido cerca de aquí. Viví un tiempo en Malasaña, después me exiliaron al Parque de las Avenidas. Luego volví, estuve viviendo un tiempo en Chamberí, y ahora he vuelto al barrio de mis antepasados. Pero sí, he estado siempre muy cerca, y Chamberí era y es el área de influencia natural de mi barrio. Ahora vivo en la calle de Larra, en Tribunal, pero estamos pegados, al otro lado de Sagasta.

Yo creo que el barrio ha cambiado mucho, igual que el mío, en un sentido ambivalente. Por un lado ha mejorado, pero por otro se han disparado los precios de las viviendas, porque se ha puesto de moda. Ahora es muy ‘cool’, pero ya no hay mercerías, ni zapateros remendones, ya no hay droguerías… Sólo hay peluquerías a porrillo y tiendas de chinos, como mucho. En los 70’, 80’, cuando yo era jovencita, lo que molaba era vivir en la periferia. Afortunadamente, se ha vuelto a poner de moda el centro. Aunque la burbuja inmobiliaria ha conseguido que estos pisos estén solamente al alcance de gente con un poder adquisitivo muy alto, lo cual también ha cambiado una característica de esta ciudad: que en el mismo edificio vivía gente de distintas clases sociales, eran barrios muy interclasistas. Los ricos vivían en el primer piso, que era el principal, la clase media vivía en el segundo y en el tercero, y en las buhardillas vivían los pobres. Y eso ahora se ha acabado, se tiende a uniformar las clases sociales. Entonces, por un lado, celebro que el Madrid en el que he pasado mi vida esté tan bonito, pero sí echo un poco de menos el viejo comercio y el interclasismo. Ayer, en la glorieta de Bilbao vi que habían empezado a iluminar los techos de los edificios, como en Cibeles, y eso me pone de buen humor.

Ahora que se acerca nuestro primer aniversario, ¿qué te parece que Chamberí tenga su propio periódico impreso?

Hombre, me parece inspirador y muy oportuno, porque en esta ciudad hace ya mucho tiempo que la vida se hace en el barrio. Eso es lo que nos salva de vivir en una ciudad tan grande. Que estos espacios funcionen como los pueblos que eran en su origen, donde todos se conocían, se saludaban y se ayudaban. Por eso, me encanta que Chamberí tenga su propio medio, ya que todo lo que construya lazos me parece importantísimo.

Laura Conde

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