Díscolos

El plan de desarrollo Madrid Nuevo Norte –aka Operación Chamartín– es, según declaraciones de Ahora Madrid: “Urbanismo de consenso” (Manuela Carmena), “un pelotazo” (Rommy Arce), “un proyecto necesario” (José Manuel Calvo), “un proyecto extractivo y neoliberal” y “un disparate” (Pablo Carmona) y “un desarrollo inmensamente atractivo” (Luis Cueto). Para unos, un diseño “equilibrado” y “positivo”; para otros, “la apuesta por un modelo ladrillista e ineficaz”. Menos mal que gobiernan la ciudad y no una trainera.

Hace unos días, seis concejales de Carmena votaban en contra de una propuesta de su propio grupo para aprobar el convenio con la cooperativa Residencial Maravillas, en el solar del antiguo Taller de Precisión de Artillería. Era la segunda vez que lo hacían, la primera fue en 2015. Pero ha habido más. A veces se ha optado por el socorrido apretón urinario para excusarse del voto, y otras se ha votado a favor tapándose la nariz, creativa performance que, en la nueva política, sirve de atenuante de responsabilidad.

Visto lo visto, con razón decía el concejal Jorge García Castaño que, debido a su concepción, el equipo de Ahora Madrid no creía “en las unidades ficticias de partido”, y que tampoco se tomaban “demasiado en serio” la disciplina de voto. Observando su desempeño en los Plenos, uno imagina cómo serán las reuniones en el Palacio de Cibeles y se le viene a la cabeza la clásica cena navideña en familia donde, invariablemente, la Policía termina haciendo acto de presencia para separar al cuñado de la nuera.

Han pasado casi tres años desde que Manuela Carmena se convirtiera en alcaldesa de la capital pero ahora al fin se entiende en qué consistía eso de partido “instrumental” para referirse a Ahora Madrid: consiste en que cada concejal se trae un instrumento de su casa y lo toca a su aire, o en dúos o tríos, pero sin prestar atención al conjunto ni a la batuta de la directora. Y así suena el concierto. Menuda banda.